Hay una cierta geometría en la vida de Paola Volpato, que parte con un círculo pequeño y cerrado. En el Tavelli de La Reina, muy cerca de su casa, se

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Hay una cierta geometría en la vida de Paola Volpato, que parte con un círculo pequeño y cerrado. En el Tavelli de La Reina, muy cerca de su casa, se toma un café cortado. Usa gafas oscuras que le tapan la mitad del rostro. Y claro, sin sus grandes ojos verdes a la vista, esos que en televisión la hacen más buena cuando hace de buena y más mala cuando tiene que serlo, Paola Volpato no parece Paola Volpato. Y eso le acomoda.

La actriz cumplió 42 años, tiene dos hijos con su esposo, el actor y empresario de teatro Felipe Castro, y lleva 20 años de telenovelas en TVN. Por estos días está ensayando para marzo Las Brujas de Salem, clásico de Arthur Miller que prepara la productora (Fiebre) de su marido, el mismo al que odiaba hace dos décadas cuando aparecía en los exámenes suyos, acompañando a Francisco Melo. Sus movimientos forman apenas un triángulo con vértices en su casa, el canal y el Teatro de la Universidad Católica. En la mitad de su vida, a Paola aún le cuesta lidiar con la fama.

"Es un tema duro para mí. No logro hacer la dualidad de que la señora que me toma del brazo y me da un beso en el supermercado, me ve todos los días en la tele, por ende siente que soy parte de su casa y en consecuencia le es evidente que puede tener esa manifestación de cariño. En eso Felipe me salva, me tranquiliza", explica.

Paola se ríe con casi todo lo que cuenta. No tiene rollos al hablar de 'carrera televisiva', mientras fuma y bebe su café. Dice que no hace mayores sacrificios para verse como se ve. Pero la edad también es un tema para ella. Y eso a pesar de que actualmente es, junto a Sigrid Alegría, el rostro femenino de ese espacio privilegiado de producciones osadas, con alto rating y protagonizadas por Francisco Melo o Álvaro Rudolphy.

"Hay que aprovechar este momento. Me siento un rostro importante para TVN. Me cuesta creerlo, pero es así. La otra vez Álvaro Rudolphy me dijo: '¿Te has fijado que en los créditos apareces después de mí?'. Nunca lo había pensado, pero entiendo que es así, me gusta que sea así y he trabajado para eso", dice.

Paola conoce el medio. Más adelante explicará con pirámides y rombos cómo funcionan las teleseries. Ella, que entró al área dramática de TVN cuando los actores no usaban iPads para aprender sus guiones y que sabe que las vacantes para actores viejos y jóvenes son siempre escasas, enfrenta su mejor momento con humildad y sin descanso; pasando sin escalas desde una apocalíptica serie como Su Nombre Es Joaquín a un thriller melodramático como Reserva de Familia.

La nueva apuesta nocturna de TVN es la primera adaptación de la serie española Gran Reserva (RTVE). Reescrita por Pablo Illanes, dirigida por Patricio González y con locaciones en la Viña Cousiño Macul, Las Vizcachas y los estudios de TVN, la historia comienza con el intento de asesinato de Miguel Ruiz-Tagle (Francisco Melo), un cruel empresario vinícola, quien tras perder la memoria se convierte en una mejor persona, descubre los lugares más oscuros de su clan y se enamora de Lucía Rivera (Luz Valdivieso), la hija de su archirrival.

El personaje que interpreta Paola Volpato es la esposa engañada, Paula Risopatrón, una mujer ambiciosa que a su vez tiene amoríos con el hermano menor del clan, Raúl Ruiz-Tagle (Diego Muñoz). "Tiene mucho de culebrones gringos como Dinastía y Falcon Crest", advierte la actriz. "O sea, que el tipo pierda la memoria en el primer capítulo. ¿Qué es eso? Parece sacado del Jappening con Ja (ríe). La diferencia es que Pancho (Melo) no anda con cara de perdido, sino que interpreta a alguien que no se sabe si realmente perdió la memoria o si está manipulando para probar a su familia".

Tu personaje es como una síntesis de tus últimos papeles: una arpía que traiciona a Melo con un cabro chico.
Lo bonito de este personaje es que tiene una fragilidad enorme. No es la perversa ambiciosa, no es la Consuelo Domínguez (Dónde Está Elisa) que le mentía a los hijos. Raúl (Diego Muñoz) tampoco es chico y menos un santo. No es un universitario que va a carretes con ramitas. Es un cabro inmaduro, tipo Miguel Piñera, que siempre ha tenido todo desde arriba y ahora quiere tener lo que tiene su hermano. Mi personaje se mueve en la cuerda floja, en una situación límite que trata de salvar pero se va hundiendo más.

¿Qué te parece volver a una serie más tradicional, sin psicópatas con motosierra ni profetas del fin del mundo?
Yo creo que hay que dar un paso más arriba. O más al lado. Siento que es suficiente. Hay que mezclar esas temáticas con historias más de la vida real, pero sin centrar todo en el asesino, en el psicópata o en el tipo malo que destruye al resto, que es algo que se viene haciendo hace rato y al parecer funciona. A mí, como espectadora -porque como actriz es muy entretenido hacer una psicópata-, me gustaría que se hablara más de la gente normal, como en esta nueva serie.

Imagino que se muestra mucho del mundo del vino.

Sí. Reserva de Familia tiene todo el glamour del vino, la copa, aunque no aparecen esas imágenes bellas de mujeres moliendo la uva con los pies, porque ahora es todo más tecnológico, por ejemplo las cubas no son de madera. Lo único que espero es que grabemos con vino de verdad. Ya lo pedimos.

¿Sí?
Claro, porque es distinto hacer una escena donde estás brindando con vino, pasa a ser algo importante. No es lo mismo que con bebida de uva con olor a chicle.

¿Y los dientes morados?
Jajajá, no se repiten tanto las escenas. Hicimos una escena con vino y salió bastante bien. Además uno aprende cosas: que la hoja de parra de tres puntas es para hacer Merlot y de cinco, para Cabernet. Somos grandes exportadores de vino, es bueno que la gente lo sepa. Imagínate que salga un vino con el nombre de la serie, como los helados que salían antes con las teleseries.

Sería más difícil ahora porque esta teleserie no tiene un nombre propio en su título ¿Qué pasó con Elisa, Alicia, Joaquín?
Creo que está bien que eso pase. Con respecto a Joaquín, el actor que es el protagonista se lleva todo el peso y eso es fome e injusto para él. La misma Elisa (Monserrat Prats) estuvo en la cima y al día siguiente no la llamó nadie.

¿Es difícil proyectarse en televisión?
Especialmente para las mujeres. Entramos muchas actrices cuando empezamos. Algunas han tomado otros caminos y evidentemente los espacios se empiezan a achicar también. Esto es una pirámide: cada vez hay menos personajes sobre 50 años, sobre 60 años y esos nichos están ocupados. Está la Coca, la Schlomit, y después Delfina y Gabriela Medina. Yo aspiro a llegar allá, a estar tranquila haciendo un personaje secundario pero con dignidad.

¿Dignidad?
Con la dignidad de ir asumiendo mi edad, que tampoco es fácil, menos con la HD (ríe).

Pero tú estás impecable.
Bueno, pero yo todavía no me he hecho nada, pero veo a mis compañeras (susurra y vuelve a reír). Tú las ves y son más jóvenes.

¿Nombres?
(Ríe, cierra la boca y desliza su mano sobre sus labios). A lo que me refiero es a tratar de seguir cumpliendo etapas y no ir cayéndome.

Parece difícil también para las nuevas generaciones.

Pasa lo mismo que con las actrices más viejas. Diría que esto, más que una pirámide es un rombo. Personajes bien jóvenes son pocos y para seguir les tienen que dar la oportunidad de ir aprendiendo. Hay algunos como Luciana (Echeverría), que es una esponja, pregunta todo, pide consejos y tiene una disposición increíble; pero hay otros que tienen las prioridades en otro lado, se marean, empiezan a exigir y dicen 'oye, sabís que este vestuario no me lo voy a poner'. No lo puedes creer.

¿El cine es una tarea pendiente en tu carrera?

Hice una película, Tres Noches de un Sábado (2002). Me gustaría hacer más pero me da terror. Además no tengo amigos cineastas que me llamen, mi círculo es más cerrado, las teleseries y las obras con Fiebre. Lo que ha sido terrible para mí es decir "ya no hice algunos personajes". Ya no hice Julieta, que era mi sueño en la escuela de teatro. En Las Brujas de Salem no fui Abigail, sino la Mrs. Proctor. Hay que aceptar el paso del tiempo, y eso es duro. Para mí es un tema.

¿Algún sueño realizable?

Viajar a Europa. La última vez que fui tenía 15 años. Ahora tengo hijos y hay que pensar en cuatro pasajes, así que estoy esperando que crezcan un poco más para irme con Felipe de vacaciones. Ellos que lo hagan juntando su plata y con mochila, como lo hizo una. Me pasa algo fuerte con Europa. Mi familia paterna es veneciana y mi familia materna es española. Unos vivieron la Primera Guerra Mundial, y a mi abuelo, un comunista aristocrático de Oviedo, lo tomaron preso en los Pirineos. Siento que pertenezco allá y me gusta saber que tengo esa historia de sobrevivencia.

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